La ilegalidad controla el comercio de la ciudad en todas sus escalas, ayudando al crecimiento de la informalidad y el desempleo
Pancho –Comunicaciones PCC Antioquia
Hoy, Medellín es una ciudad tomada. No existe un solo metro cuadrado de acera que no esté invadida o tomada por un vendedor informal; no hay un solo semáforo donde no se encuentren varias personas limpiando vidrios de los carros o vendiendo cualquier cosa, un confite, una revista, un cd, etc.
Ellos son el resultado de la falta de empleo formal, de trabajo decente. Lo cierto es que la cifra de desempleo que maneja el DANE no se la cree ni el director de esa entidad; en Medellín el desempleo real ronda el 20% o más.
El ventero informal es una persona que proviene de un barrio popular, marginal, que tiene que salir a rebuscarse una manera de ganar el sustento para él y su familia. Sin embargo, se ha dado un cambio sustancial entre el ventero informal de hace 16 años y el de ahora. Es una persona pobre, que ante la falta de trabajo tiene que salir a rebuscarse el sustento, pero en el año 2000, se le consideraba un trabajador independiente.
Este debía madrugar a ocupar un lugar en una acera para colocar su venta, necesitaba de un pequeño capital para adquirir la mercancía que iba a vender y si no madrugaba, otro ocupaba su lugar, generándose conflictos.
Es por ello que se organizaron en sindicatos y organizaciones gremiales que no solo resolvían los conflictos que se presentaban entre ellos, sino que interlocutaban con las administraciones municipales buscando reglamentar la actividad.
Cuando la administración municipal ejecutaba procesos de desalojos, los venteros tenían que enfrentarse a la policía y a las autoridades para defender su derecho al trabajo, eran entonces unos 5.000 vendedores que ocupaban las aceras de las calles principales y los semáforos de las avenidas más importantes.
Paraestado
Hoy, el ventero es el mismo, pero ya no es un trabajador independiente, ahora tiene que ocupar un espacio administrado por una estructura paraestatal que existe en Medellín. Se le alquila ese espacio, por lo tanto, ya no tiene que madrugar. Es asignado por esa estructura y nadie diferente a quien está pagando el alquiler, puede ocuparla.
Hoy, el ventero es el mismo, pero ya no es un trabajador independiente, ahora tiene que ocupar un espacio administrado por una estructura paraestatal que existe en Medellín. Se le alquila ese espacio, por lo tanto, ya no tiene que madrugar. Es asignado por esa estructura y nadie diferente a quien está pagando el alquiler, puede ocuparla.
Ya no existen organizaciones sindicales ni agremiaciones, los conflictos los resuelve esa estructura, y son ellos, los que interlocutan con la administración municipal y los que arreglan todos los problemas y cuando la administración municipal intenta recuperar el espacio público, esa estructura paraestatal baja buses repletos de jóvenes marginales, lúmpenes, que se enfrentan a la policía y a las autoridades, generando destrucción y caos.
Hoy, son más de 20 mil venteros ambulantes los que ocupan todas las aceras y todos los semáforos del centro de la ciudad.
Actualmente, toda la ciudad tributa para esa infraestructura paraestatal, desde la gran entidad financiera o empresa, hasta el vendedor de minutos de celular; la entidad financiera paga un impuesto para que los bancos no sean asaltados, la empresa distribuidora paga un impuesto para que sus camiones no sean asaltados y poder ingresar a los barrios a vender sus productos.
Es una doble tributación, ya no son paramilitares o delincuentes que llegan encapuchados a cobrar una vacuna, ahora es una estructura a la que se consigna el pago del impuesto y si la entidad no paga, pues simplemente se presentan los asaltos bancarios o no permiten el ingreso de los camiones a los barrios.
Sin aceras
El vendedor de aguacate que recorre las calles con su carreta, ya no es un vendedor independiente, ahora, la carreta la debe alquilar y aquella estructura le pone una cuota mínima de venta que el trabajador debe cumplir. Los aguacates se los entregan ellos y el vendedor después de cumplir con la meta asignada, se queda con una pequeña ganancia.
El vendedor de aguacate que recorre las calles con su carreta, ya no es un vendedor independiente, ahora, la carreta la debe alquilar y aquella estructura le pone una cuota mínima de venta que el trabajador debe cumplir. Los aguacates se los entregan ellos y el vendedor después de cumplir con la meta asignada, se queda con una pequeña ganancia.
El vendedor de minutos de celular, también paga un alquiler por el lugar que va a ocupar y recibe de esa estructura una simcard con una cantidad de minutos, con la cual él debe trabajar y responder por los minutos consumidos.
Las autoridades municipales no tienen ninguna política real para enfrentar este problema. El espacio público está invadido y sin control, el ruido generado por los equipos de sonido instalados en las carretas, hace que la contaminación del centro de Medellín sea insoportable. Las personas tienen que andar por el centro de la calle ante la ocupación de las aceras y la administración municipal, ni siquiera sabe en realidad cuántos venteros informales existen y no tienen ninguna propuesta real de solución.
El incremento de las ventas callejeras, está relacionado con la crisis económica que vive la ciudad. Según el DANE, el primer trimestre de 2016, fue el peor para el comercio en los últimos tres años. Según Fenalco, este primer trimestre del año, de las 14 categorías que se miden 11 registraron desaceleración.
Las medidas que han venido tomando las diferentes administraciones municipales están más orientadas a perjudicar al comercio formal. La crisis económica que vive la ciudad, es parte de la crisis general que vive el neoliberalismo a escala mundial, y en Medellín se manifiesta con la desaparición del comercio formal, los almacenes tradicionales han venido desapareciendo, dando lugar a la proliferación de locales de venta de productos de época, almacenes de todo a mil y venta de productos chinos.
Los pocos almacenes que nacen tienen una vida de dos o tres meses y desaparecen, con la alta carga de informalidad y de violación de todas las normas jurídicas y de seguridad laboral, almacenes que son en realidad fachadas de lavar dinero de esa estructura paraestatal que controla la ciudad.
La existencia de esa estructura es vox populi en la ciudad y para nadie es un secreto que en Medellín existe una nómina paralela, y pareciera como si la burguesía antioqueña, en lugar de solucionar este problema, se hubiera acomodado a la situación. Recientemente, se quejaba Fenalco, que era imposible que en el centro de la ciudad, donde existían 80 cuadrantes de la policía, todas las noches entraran a descargar al centro decenas de camiones cargados de contrabando para surtir a todo ese comercio informal y no pasara nada.
La solución al problema de la invasión del espacio público de Medellín, es muy complejo, porque primero habría que afrontar la existencia de esa estructura que encarece la actividad industrial y comercial, que al mismo tiempo genera desempleo, y que alimenta la existencia de la informalidad y la guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario